Martín Kremenchuzky padece el síndrome de Usher, una enfermedad poco frecuente que producto de una rareza de origen genético le provocó hipoacusia, falta de equilibrio y pérdida progresiva de la visión. A los 34 años quedó definitivamente ciego. Asumir su discapacidad y ser un buen ejemplo para su hijo lo hicieron salir adelante, utilizando el deporte como terapia. En dialogo con Gonzalo Cornago en el programa Zona Mixta que se emite por FM del Éxodo, Martín contó como supero ese duro momento que lo llevó a ser hoy, el único atleta del mundo ciego-sordo en completar un “Ironman”.
Por Gonzalo Cornago
«Era un obsesivo con el tema deportivo. Veía muy bien de frente, por eso cuando jugábamos al fútbol, de arquero era imbatible; era muy difícil de que me hicieran un gol mano a mano, pero cuando venía un centro de un lado para el otro yo me sentía descolocado. También jugaba al tenis desde el fondo de la cancha, de esa forma podía seguir el foco de la pelota, no tenía ninguna chance de adelantarme para bolear, si me adelantaba un poco perdía el registro de la pelota».
«Cuando veía que no podía hacer las cosas que venía haciendo fue muy duro, no sabía qué hacer, por suerte estaba mi hijo que era chiquito, y me la pasaba jugando con él. Me juntaba con alguien y no tenía de qué hablar, encima no podía ver los partidos de fútbol, las películas, ni paisajes, en ese momento había perdido las ganas de vivir«.
“Me sentía una mochila para los demás. Al no ver ni escuchar me sentía menos persona. Sufrí mucho el qué dirán. Yo trataba de mostrarme más fuerte de lo que era. Fue muy dura esa época de mi vida”.
“Mi gran motor fue mi hijo. Yo pensaba que los amigos podían burlarse de él. En esa época yo no hacía nada. Era un vegetal. Hasta que un día me di cuenta que no podía darle esa imagen a mi hijo de una persona vencida”.
“Fueron momentos durísimos. Perdí hasta las ganas de vivir. Los días eran interminables. Momentos de mucha angustia”.
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